jueves, 18 de marzo de 2010
Que la desesperación te supera, la tolerancia llega a su fin, los gritos afloran junto con la fuerza antes desconocida llegando a un comportamiento indomable, capaz de hacer cualquier cosa sin meditación alguna. El corazón late más apresurado de lo normal, se agita como si viniese de una larga carrera, las lágrimas se asoman de la nada quedando paralizada sin poder articular palabra ni músculo alguno. Es la impotencia. El cuerpo tiritón, la desgana de la nada, el dolor de cabeza hacen más difícil las palabras siguientes, el día siguiente, la disculpa que debo y el reto y castigo que me merezco. Lo último mencionado no llegará ya que siempre tengo la mayor libertad. Un largo baño de sal y unos cuantos relajantes musculares me reconfortarán.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario